El Narrador de mitos

Ilustración editorial

Hércules ha sido y es un gran símbolo para la ciudad de Cádiz. Es por ello que Hercules y sus leones han formado incluso parte de su escudo municipal y de su propia historia.

Esta relación también ha sido muy palpable en la relación con los propios ilustradores de la provincia. Y de esta relación nace este proyecto «Hércules, redibujando la leyenda»

Portada de la exposición.

Para este proyecto se decidió invertir la forma natural de la ilustración. Lo normal es que un ilustrador se enfrente a un texto desde el que se debe dar forma a su trabajo. Pero no en esta ocasión. En este proyecto seríamos los ilustradores los que aportaríamos nuestras imágenes a los escritores, y ellos generarían las historias que lo acompañarían.

Para este proyecto se colaboró con el escritor Juan González Mesa, que desarrollo el cuento titulado, El Maestro Terrible.

El aprendiz despertó alarmado porque habían crecido alas en su espalda.

Envuelto en sudores fríos, pensó en el terrible castigo que recibiría por parte de su maestro. ¡Alas! Creyó escuchar a los ofidios rascar las paredes del pasillo y no pudo evitar soltar un grito. Un aprendiz del maestro cuyas serpientes habían contado las historias que daban forma al mundo, ni más ni menos. El aprendiz no solo poseía ya los secretos del pasado y del corazón de los hombres, sino que había aprendido el arte del relato lúgubre, del relato profundo, del relato atemorizante. ¡Y le habían salido alas en lugar de serpientes!

Era la muerte lo que esperaba, sin lugar a dudas.

Decidido a fugarse, echó mano a sus pocas posesiones para cebar un hatillo. Vio los útiles de escritura y, por unos instantes, dudó. ¿No sería mayor su pecado si el maestro sospechaba que, además de haberse alado a sí mismo y de haber huido, tenía la intención de contar historias con sus alas? Sin embargo, desprenderse del pincel y de la tablilla, la tinta y el secante, sería como pedirle a un amante que le cortara la lengua a su objeto de deseo.

Corrió por el pasillo. Dobló un recodo y, seguro de haber escuchado las pisadas del maestro, de haber visto la sombra de las serpientes en el techo, se subió a la corta ventana que ponía fin al corredor. ¡Alas! ¿Servirían al menos para volar, ya que no servían para contar las historias correctas?

—Hijo mío —escuchó a su espalda.

El maestro lloraba.

El aprendiz saltó sin meditar.

El maestro dio unas tristes zancadas hacia el ventanuco. Apartó con las manos a sus serpientes, que siempre querían ver las cosas antes que él. Se asomó con esfuerzo. Aguantó la respiración unos instantes. Entonces, como el amanecer de una flecha, su aprendiz surgió de las sombras del suelo y voló raudo hacia el horizonte.

—Ve —dijo el maestro.

Se sentó como pudo en el borde de la ventana, apartando, como siempre, a sus serpientes ávidas de noticias que poder envenenar con conocimiento.

—Ve —repitió—. Cuenta las historias que yo nunca podré contar.

Esta ilustración digital ha sido creada mediante el uso de las siguientes técnicas:

  • Grafito sobre papel.
  • Tinta.
  • Color digital.